-REFLEXIONANDO CON LAS ESCRITURAS-
EL ORDEN Y LOS MANDAMIENTOS

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Debido a que todos deseamos, como buenos santos, cumplir con los mandamientos que nos ha dado el Señor, es importante que los entendamos lo mejor posible. Nos detendremos hoy en algunos puntos muy interesantes.

Para ello comenzaremos con DyC 88:38-39 en el cual leemos:

“Y a cada reino se le ha dado una ley, y para cada ley también hay ciertos límites y condiciones.”

“Todos los seres que no se sujetan a esas condiciones no son justificados.” (cursiva agregada)

Es interesante saber que para cumplir una ley es necesario también tener en cuenta sus límites y condiciones; a tal punto que si esos límites y condiciones no son respetados no se considera cumplida la ley.

¿Será importante que reflexionemos acerca de este punto?

Prestemos atención a las palabras del Señor en DyC 132:4-7

” Porque he aquí, te revelo un nuevo y sempiterno convenio; y si no lo cumples serás condenado, porque nadie puede rechazar este convenio y entrar en mi gloria.”

“Porque todos los que quieran recibir una bendición de mi mano han de obedecer la ley que fue decretada para tal bendición, así como sus condiciones, según fueron instituidas desde antes de la fundación del mundo”.

“Y en cuanto al nuevo y sempiterno convenio, se instituyó para la plenitud de mi gloria, y el que reciba la plenitud de ella deberá cumplir la ley y la cumplirá o será condenado, dice el Señor.”

“Y de cierto te digo que las condiciones de dicha ley son estas:...” (cursiva agregada)

Después de aclarar las condiciones, el Señor nos explica que su casa es una casa de orden, (DyC 132:8) por lo cual las condiciones a las cuales se refirió antes conforman el orden en el cual debe ser cumplida la ley del convenio.

Podemos ver con más claridad esta idea si nos referimos a Marcos 12:28-31:

“Y acercándose uno de los escribas, que los había oído discutir y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos?”

“Y Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel: el Señor nuestro Dios, el Señor uno es.”

Amarás, pues, al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas<7span>; éste es el principal mandamiento.”

“Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.”

Estos dos mandamientos dichos por el Maestro nos muestran en ambos casos, una parte que corresponde a la ley, y que nosotros nos hemos tomado la libertad de colorear con azul, y la otra que corresponde al orden, que subrayamos con rojo.-

Se visualizan, entonces, en los mandamientos recién mencionados dos partes: la ley y el orden igual que en las escrituras mencionadas primeramente.

Se requiere que nuestro amor a Dios sobrepuje al amor que podríamos abrigar hacia cualquier otra cosa o ser, debe ser con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas. Ésta es la magnitud del amor.

De hecho podemos amar a Dios de muchas maneras y podemos escuchar de muchos que dicen amar a Dios, pero el orden, la magnitud de ese amor es el que se requiere en las condiciones del mandamiento.

Y en lo referente al amor al prójimo, también podemos amarlo de muchas maneras y podemos escuchar de muchos que han amado al prójimo, pero el orden, la magnitud de ese amor, es el que se requiere en las condiciones del segundo gran mandamiento que el Señor ejemplificó en la parábola de El Buen Samaritano (Lucas 10:30-37):

“Y respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.”

“Y aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino y, al verle, pasó de largo.

“Y asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, al verle, pasó de largo.”

“Mas un a samaritano que iba de camino llegó cerca de él y, al verle, fue movido a misericordia;”

“y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole sobre su propia cabalgadura, le llevó al mesón y cuidó de él.”

“Y otro dia, al partir, sacó dos denarios y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamelo; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando vuelva.”

“Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo de aquel que cayó en manos de los ladrones?”

“Y el dijo: El que tuvo misericordia de él. Entonces Jesús le dijo: Ve y haz tú lo mismo.”

 


 

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