CONCEPTOS BÁSICOS

— La caridad es “el amor puro de Cristo”.
— En nuestra condición humana sentimos y damos amor. En un plano más alto, Cristo también siente y da amor a Sus hermanos. Pero la forma en que lo hace, el amor que da, es perfecto y nace de un ser divino. Es ése amor que proviene de Él, amor puro y eterno, al que las Escrituras llaman caridad.
— Nuestro Padre Celestial desea que nuestro amor se transforme en caridad.
— Aprendemos a tener caridad a través del amor noble y puro que recibimos de nuestro Salvador. Su amor es un modelo para nosotros. Debemos compartirlo con nuestro prójimo pues esta dádiva de Cristo crece en nosotros en la medida que lo volcamos hacia nuestros hermanos.
— Se nos exhorta a pedir al Padre “con toda la energía de nuestros corazones” que seamos llenos de caridad pues, sin ella, nada somos. La necesitamos para alcanzar la exaltación.
— La caridad es la suma de las virtudes cristianas en su máxima expresión.
— La expiación de Cristo es la manifestación más grande de Su amor por nosotros. Así también nosotros debemos “dar nuestra vida” en el servicio a nuestros semejantes pues, al hacerlo, estaremos desarrollando la caridad en nuestros corazones.
Nota: algunas traducciones de las Escrituras usan la palabra “amor” en lugar de “caridad”. Lo mismo puede acontecer en algunos pasajes. Por tanto, se debe poner atención en el contexto para mantener claridad en la lectura.

ESCRITURAS

— Juan 13:34–35
— 1 Corintios 13
— Moroni 7:44-48
— Mateo 25:31–46
— 1 Juan 4:18-19
— Éter 12:33-34
— Juan 15:13
— Doctrina y Convenios 88:125
— Doctrina y Convenios 121:45-46
— Moroni 10:20-21

CONTENIDO ADICIONAL

“El amor es una de las características principales de la Deidad, y deben manifestarlo quienes aspiren a ser hijos de Dios. Un hombre lleno del amor de Dios no se conforma con bendecir solamente a su familia, sino que va por todo el mundo anheloso de bendecir a toda la raza humana”.
(José Smith, History of the Church, Tomo 4, pág. 227)

“Cuando ese amor puro de Cristo, la caridad, nos envuelve, pensamos, sentimos y actuamos más como nuestro Padre Celestial y Jesús piensan, sienten y actúan. Nuestra motivación y el deseo sincero son semejantes a los del Salvador. Él compartió ese deseo con Sus apóstoles en la víspera de Su crucifixión. Él dijo:
'Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado …
'En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros' (Juan 13:34–35).
“El amor que describe el Salvador es un amor activo; no se manifiesta por medio de acciones grandiosas y heroicas, sino por medio de actos sencillos de bondad y de servicio.”
(élder M. Russell Ballard, “Encontrar gozo al servir con amor”, Liahona mayo de 2011, pág.47)

“Debemos sembrar en nuestro corazón la semilla de la caridad, el amor puro de Cristo. El es el modelo perfecto de caridad; su vida entera, y en particular su sacrificio expiatorio, es una lección de caridad. Cada uno de sus actos refleja un amor absoluto e inequívoco por el género humano y por cada uno de nosotros. Su ejemplo nos enseña que la caridad significa dejar de lado los intereses personales, en forma totalmente voluntaria, y preocuparnos por el bienestar de los demás. Considero que nuestro progreso hacia la exaltación y la vida eterna dependen de cuán bien aprendamos y cumplamos con el principio de la caridad, la que debe convertirse en una predisposición de la mente y del corazón para que nos guíe en todo lo que hagamos”.
(Élder Joseph B. Wirthlin, Liahona julio de 1989, págs. 9 -10)

"Jesús nos pide que nos amemos los unos a los otros como Él nos ama. ¿Es eso posible? ¿Puede nuestro amor por los demás acercarse realmente al amor divino? ¡Claro que sí! El amor puro de Cristo se concede a todos los que lo buscan y se hacen merecedores de él. Este amor incluye el prestar servicio a los demás y requiere obediencia... Cuanto más nos ocupemos de modelar nuestra vida a la de Él, más puro y divino será nuestro amor."
(élder Russel M. Nelson, “Amor Divino”, Liahona, Febrero de 2003, pág 17)

"La caridad quizás sea, en muchos sentidos, una palabra que se interpreta mal. A menudo, equiparamos el concepto de la caridad con visitar a un enfermo, llevarle comida a algún necesitado, o compartir lo que nos sobra con aquellos que son menos afortunados. Sin embargo, la verdadera caridad es mucho, mucho más. La caridad verdadera no es algo que se da; es algo que se adquiere y que llega a formar parte de nuestro ser; y cuando la virtud de la caridad se graba en nuestro corazón, nunca más volvemos a ser los mismos...
"Quizás adquiramos la mayor caridad al ser amables los unos con los otros, al no juzgar ni adjudicar categorías a los demás, al limitar nuestras malas opiniones de otras personas o permanecer en silencio. La caridad es aceptar las diferencias, debilidades y faltas de los demás; es tener paciencia con alguien que nos haya fallado; es resistir el impulso de sentirnos ofendidos cuando alguien no hace las cosas de la manera en que nos hubiera gustado. La caridad es rehusar aprovecharnos de las debilidades de otros y estar dispuestos a perdonar a alguien que nos haya herido. La caridad es esperar lo mejor de los demás."
(élder Marvin J. Ashton, “La lengua puede ser una espada aguda”, Liahona de julio 1992, pág. 21)

OTRAS REFERENCIAS

“La caridad nunca deja de ser”, por el Pte. Thomas S. Monson, Liahona, noviembre de 2010, pág. 122
“Amor Divino”, por el élder Russell M. Nelson, Liahona, febrero de 2003, pág. 12